Giliana Kudsha
Vuestro Libro Sagrado
Para mis devotos, os he dicho que hay muchos textos sagrados para leer y que debéis buscar las verdades en cada uno de ellos y que debéis descartar lo que no se originó de Dios. Para mis devotos más cercanos que se reúnen conmigo a diario, mis palabras son vuestro Libro Sagrado* principal. Venerad1 y proteged estas palabras reveladas. Leer y escuchar las enseñanzas contenidas en estas palabras puede quemar vuestros pecados del pasado.
Muchos textos sagrados han sido entregados a la humanidad a lo largo de los siglos; pero hoy, en esta última era, Dios está revelando enseñanzas específicamente a Su Remanente. Estas son las palabras que Él me da a mí. Este Libro Sagrado del que hablo contiene las palabras que me dio el Padre de la Grandeza. Os digo lo que Él me dice. Todo lo que os digo, tal como está escrito en esta Santa Revelación*, es por la Voluntad del Padre que me envió.
Valorad las palabras de Dios. Proteged y defended el Libro Sagrado. Estad en guardia, porque los paganos, los no creyentes, los ateos y, de hecho, muchos de los que son solo nominales en su devoción religiosa os odiarán y perseguirán a causa de las enseñanzas de los Mensajeros. Un falso cristiano se alegrará mucho al unirse con otros no creyentes para quemaros en la hoguera y colgaros de un árbol debido a estas palabras. Los gobiernos os encarcelarán por su temor a perder sus reinos ante el Reino de la Luz.
Recordad esto: La presencia misma de Dios está dentro del Libro Sagrado, así como la presencia del Mensajero. Venerad estas palabras y protegedlas.
Notas del Editor
* La referencia a este Libro Sagrado se llama Giliana Kudsha (Santa Revelación), o La Giliana (ܓܸܠܝܵܢܵܐ) para abreviar. Pronunciado: gui-li-ah-nah. La letra “g” se pronuncia como la primera letra de las palabras “guisar” o “guardar.” Esto no debe confundirse con el término “Giliuna” que se refiere al Libro del Apocalipsis en el Nuevo Testamento. La Giliana es una edición ampliada de la Mitnaranuta d’Mir Izgadda (la Iluminación del Tercer Mensajero; también conocida como un Fragmento de la Enseñanza de Mir Izgadda).
1 A lo largo de los años, algunos devotos de Mir Izgadda han recibido visiones y sueños sobre cómo mostrar el Libro Sagrado. Luego, uno de los Mensajeros dio instrucciones sobre este asunto. Normalmente, el método más sencillo de mostrar el Libro Sagrado es tenerlo en un atril sobre una plataforma acolchada. Cuando no se lee, se cubre con un paño blanco excepto durante los Días Santos. Una presentación más elaborada implica que el Libro Sagrado esté en el mismo atril pero debajo de un dosel o tabernáculo. Este último no es necesario.
Enseñanzas de la Luz Capítulo 33:
Libre Albedrío
1 El Único Dios Verdadero revela Su Luz y Su Verdad a aquellos que realmente escuchan, pero permitirá que cualquier persona que se niegue a aprender y a desarrollarse espiritualmente caiga en la oscuridad.
2 El Gran Padre siempre da a cada persona la opción de elegir entre la Verdad y la falsedad.
3 La Religión de la Luz no se impone a sí misma sobre nadie; por lo tanto, no hay tal cosa como conversiones forzadas en el Camino de Mani.
4 Toda la humanidad tiene libre albedrío para escoger entre la vida o la muerte. Este hecho nunca es negado por los que practican la Religión de la Luz.
Torá: Deuteronomio 3:23-7:11:
PARASHAT VAETJANÁN – SECCIÓN VAETJANÁN
23 Yo Le imploré a El Eterno en ese momento, diciendo:
24 «Mi Señor, Dios, Tú has empezado a mostrarle a Tu servidor Tu grandeza y Tu mano fuerte, pues ¿qué dios hay en los Cielos o en la Tierra que pueda realizar como Tus actos y Tus proezas.
25 Por favor: déjame cruzar y ver la buena Tierra que está del otro lado del Jordán, esta buena montaña y el Líbano».
26 Mas El Eterno se enojó conmigo a causa de vosotros y no me escuchó; El Eterno me dijo: «¡Es demasiado para ti! No continúes hablándome más de este tema.
27 Sube a la cima del peñasco y eleva tus ojos hacia el oeste, hacia el norte, hacia el sur y hacia el este, y ve con tus propios ojos, pues no cruzarás este Jordán.
28 Pero darás órdenes a Iehoshúa (Josué) y lo fortalecerás, y le infundirás ánimo, pues él cruzará delante del pueblo y él hará que ellos hereden la Tierra que habrás de ver».
29 Y nos quedamos en el valle, frente a Bet Peor.
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1 Ahora, Israel, escucha los decretos y las ordenanzas que yo os enseño para que los realicéis, para que viváis y vayáis y poseáis la Tierra que El Eterno, el Dios de vuestros antepasados, os da.
2 No agregaréis a la palabra que os mando ni sustraeréis de ella, para observar los preceptos de El Eterno, vuestro Dios, que os ordeno.
3 Vuestros propios ojos han visto lo que hizo El Eterno con Baal Peor, pues todo hombre que fue tras Baal-Peor, El Eterno, vuestro Dios, lo destruyó de vuestro medio.
4 Pero vosotros que estáis apegados a El Eterno, vuestro Dios, estáis todos vivos hoy.
5 Ved, os he enseñado decretos y ordenanzas, tal como El Eterno, mi Dios, me ha ordenado, para realizarlas así en medio de la Tierra a la que venís allí a poseer.
6 Los guardaréis y los realizaréis, pues es vuestra sabiduría y vuestro entendimiento a los ojos de los pueblos, quienes oirán todos estos decretos y dirán: «¡Ciertamente un pueblo sabio y entendedor es esta gran nación!».
7 Pues ¿cuál es la gran nación que tiene un Dios Que está junto a ella, como está El Eterno, nuestro Dios, cada vez que Lo llamamos?
8 Y ¿cuál es la gran nación que cuenta con decretos y ordenanzas justos, como toda esta Torá que yo coloco ante vosotros en este día?
9 Únicamente, seis cuidadosos de vosotros y seis muy cuidados de vuestra alma, para que no olvides las cosas que vieron vuestros ojos y para que no las apartes de vuestro corazón en todos los días de vuestra vida, y las haréis conocer a vuestros hijos y a los hijos de vuestros hijos,
10 el día que estuviste parado frente a El Eterno, vuestro Dios, en Jorev, cuando El Eterno me dijo: «Reúneme al pueblo y Yo les haré oír Mis palabras, para que aprendan a temerme todos los días que vivan sobre la tierra y para que las enseñen a sus hijos».
11 Entonces os acercasteis y os parasteis al pie de la montaña, y la montaña ardía con fuego hasta el corazón de los Cielos, oscuridad, nube y nube espesa.
12 El Eterno os habló de en medio del fuego; oíais la voz de palabras, mas no veíais una forma, solamente una voz.
13 Él os expresó de Su pacto que Él os ordenó cumplir, los Diez Mandamientos, y Él los inscribió en dos Tablas de piedra.
14 El Eterno me ordenó en ese momento que os enseñara los decretos y las ordenanzas que realizaréis en la Tierra a la que cruzáis allí para poseerla.
15 Pero seréis muy cuidadosos con vuestras almas, pues no visteis ninguna imagen el día que El Eterno os habló en Jorev, en medio del fuego,
16 para que no actuéis de forma corrupta y os hagáis imágenes talladas, semejanzas de ninguna forma; ni imagen de hombre ni imagen mujer;
17 ni forma de ningún animal sobre la tierra; ni forma de ninguna ave alada que vuela por los Cielos;
18 ni forma de nada que repte por el suelo, ni forma de ningún pez que está en el agua bajo la tierra;
19 para que no elevéis los ojos hacia los Cielos y veáis el Sol y la Luna y las estrellas, toda la legión de los Cielos, y os descarriéis y os inclinéis ante ellos y los adoréis a ellos, a los que El Eterno, vuestro Dios, ha designado para todos los pueblos bajo todo los Cielos.
20 Mas El Eterno os ha tomado y os ha extraído del crisol de hierro, de Egipto, para ser una nación de herencia para El, como en este mismo día.
21 El Eterno Se enojó conmigo a causa de vosotros, y juró que yo no cruzaría el Jordán y no llegaría a la buena Tierra que El Eterno, vuestro Dios, os da por posesión.
22 Pues he de morir en esta tierra; no he de cruzar el Jordán, mas vosotros sí cruzaréis y tomaréis posesión de esta buena Tierra.
23 Sed cuidadosos para que no olvidéis el pacto con El Eterno, vuestro Dios, que El ha establecido con vosotros, y os hagáis imagen tallada, una semejanza de cualquier cosa, tal como El Eterno, vuestro Dios, os ha ordenado.
24 Pues El Eterno, vuestro Dios, es un fuego que consume, un Dios celoso.
25 Cuando engendréis hijos y nietos, y habréis estado mucho tiempo en la Tierra, os corromperéis y haréis imágenes talladas de cualquier cosa, y haréis el mal a los ojos de El Eterno, vuestro Dios, para hacerlo enojar.
26 Yo designo a los Cielos y a la Tierra en este día para que sean testigos de que ciertamente os perderéis rápidamente de sobre la Tierra por la que cruzáis el Jordán, para poseerla; no permaneceréis largos días sobre ella, pues seréis aniquilados.
27 El Eterno os dispersará entre los pueblos y quedaréis pocos en número entre las naciones a las que El Eterno os conducirá allí.
28 Allí serviréis a dioses, obra de hombre, de madera y de piedra, que no ven, que no oyen, y que no comen y que no huelen.
29 Desde allí buscaréis a El Eterno, tu Dios, y Lo encontraréis si Lo buscáis con todo vuestro corazón y con toda vuestra alma.
30 Cuando estéis afligido y todas estas cosas os hayan acontecido, al final de los días, regresaréis a El Eterno, vuestro Dios, y escucharéis Su voz.
31 Pues El Eterno, vuestro Dios, es un Dios compasivo, Él no os abandonará ni os destruirá, y Él no olvidará el pacto que con vuestros antepasados que Él les juró.
32 Pues inquirid ahora acerca de los días primeros que os precedieron, desde el día en que Dios creó al hombre sobre la tierra y desde un confín de los Cielos hasta el otro confín de los Cielos: ¿ha habido alguna vez algo parecido a esta gran cosa o se ha oído alguna vez algo parecido?
33 ¿Ha oído algún pueblo la voz de Dios hablando desde el medio del fuego, tal como vos la habéis oído, y ha sobrevivido?
34 ¿O alguna vez algún dios vino de forma milagrosa a tomar para sí una nación de en medio de una nación, con desafíos, con señales y con maravillas, y con guerra y con mano fuerte, y con brazo extendido y con proezas imponentes, como todo lo que El Eterno, vuestro Dios, hizo en Egipto delante de vuestros ojos?
35 Se os ha mostrado para que sepáis que El Eterno, ¡Él es el Dios! ¡No hay ningún otro fuera de Él!
36 Desde los Cielos Él hizo que oyerais Su voz para enseñaros y sobre la Tierra Él os mostró Su gran fuego, y vosotros oísteis Sus palabras de en medio del fuego,
37 porque Él amaba a vuestros antepasados y Él eligió a su descendencia posterior, y os sacó de ante Él Mismo con Su gran poder de Egipto;
38 para expulsar de ante ti a las naciones que son más grandes y más poderosas que vosotros, para traeros, para daros su tierra por heredad, como este mismo día.
39 Conoceréis este día, y lo internalizaréis en vuestro corazón, que El Eterno, Él es el Dios, arriba en los Cielos y abajo en la Tierra, y no hay ningún otro.
40 Observaréis Sus decretos y Sus preceptos que yo os ordeno en este día, para que Él os haga el bien, a vosotros y a vuestra descendencia posterior, y para que prolonguéis vuestros días sobre la Tierra que El Eterno, vuestro Dios, os da para siempre.
41 Entonces Moshé (Moisés) separó tres ciudades en la orilla del Jordán, hacia el sol saliente,
42 para que el asesino huya allí, aquel que hubiere matado a su prójimo sin saber, pero que no era su enemigo desde ayer y desde anteayer, y entonces él huirá a una de estas ciudades y vivirá:
43 Betzer en el desierto, en la tierra de la planicie, del reubenita; Ramot, en el Gilad, del gadita; y Golán en Bashán, del menashita.
44 Ésta es la Torá que Moshé (Moisés) colocó ante los Hijos de Israel.
45 Éstos son los testimonios, los decretos y las ordenanzas que Moshé (Moisés) habló a los Hijos de Israel, cuando se fueron de Egipto,
46 del otro del Jordán, en el valle, frente a Bet Peor en la tierra de Sijón, rey de los amorreos, que habita en Jeshbón, al que Moshé (Moisés) y los Hijos de Israel golpearon mortalmente cuando salieron de Egipto.
47 Ellos tomaron posesión de su tierra y de la tierra de Og, el rey de Bashán, dos reyes amorreos, que están del otro del Jordán, donde sale el sol;
48 desde Aroer que está junto a la costa del arroyo Arnon hasta el Monte Sión, que es Jermón,
49 toda la Aravá, la orilla oriental del Jordán hasta el Mar de Aravá, bajo las vertientes de los peñascos.
5
1 Moshé (Moisés) llamó a todo Israel y le dijo: «Oye, Israel, los decretos y las ordenanzas que Yo hablo a vuestros oídos hoy; estudiadlos y sed cuidadosos de cumplirlos.
2 El Eterno, nuestro Dios, estableció un pacto con nosotros en Jorev.
3 No con nuestros antepasados El Eterno estableció este pacto, sino con nosotros, nosotros que estamos hoy aquí, todos los que estamos vivos.
4 Cara a cara El Eterno habló con vosotros en la montaña, de entre el fuego.
5 Yo estaba parado en ese momento entre El Eterno y vosotros para expresarles diciendo la palabra de El Eterno, pues tenías miedo del fuego y no subisteis a la montaña:
Primer mandamiento
6 Yo soy El Eterno, tu Dios, Quien te sacó de la tierra de Egipto, de la casa de la esclavitud.
Segundo mandamiento
7 No tendrás –reconocerás– a otros dioses en Mi presencia –fuera de Mí.
8 No te harás una imagen tallada ni ninguna semejanza de aquello que está arriba en los Cielos ni abajo en la Tierra ni en el agua debajo de la tierra.
9 No te postrarás ante ellos ni los adorarás, pues Yo soy El Eterno, tu Dios, un Dios celoso, Quien tiene presente el pecado de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación con Mis enemigos;
10 pero Quien muestra benevolencia con miles de generaciones a aquellos que Me aman y observan Mis preceptos.
Tercer mandamiento
11 No tomarás para jurar en el Nombre de El Eterno, tu Dios, en vano, pues El Eterno no absolverá a nadie que tome Su Nombre en vano.
Cuarto mandamiento
12 Guarda el día de Shabat, para santificarlo, tal como te lo ordenó El Eterno, tu Dios.
13 Seis días trabajarás y harás toda tu labor;
14 mas el séptimo día es Shabat para El Eterno, tu Dios; no harás ninguna labor, tú, tu hijo, tu hija, tu esclavo, tu sirvienta, y tu toro y tu burro y todo tu animal y tu converso dentro de tus puertas, para que tu esclavo y tu sirvienta puedan descansar como tú.
15 Y recordarás que fuiste esclavo en la tierra de Egipto y El Eterno, tu Dios, te sacó de allí con mano fuerte y con el brazo extendido; por eso te ordenó El Eterno, tu Dios, hacer el día de Shabat.
Quinto mandamiento
16 Honra a tu padre y a tu madre, como te ordenó El Eterno, tu Dios, para que se prolonguen tus días y para que sea bueno para ti sobre la tierra que El Eterno, tu Dios, te da.
Sexto mandamiento
17 No matarás;
Séptimo mandamiento
y no cometerás adulterio;
Octavo mandamiento
y no robarás;
Noveno mandamiento
y no prestarás falso testimonio contra tu prójimo.
Décimo mandamiento
18 Y no desearás la mujer de tu prójimo, y no desearás la casa de tu príjimo, su campo, su sirviente, su sirvienta, su buey, su burro, ni nada que le pertenezca a tu prójimo.
19 Estas palabras El Eterno las dijo a toda vuestra congregación en la montaña, desde en medio del fuego, la nube y la nube espesa, una gran voz, constante, y Él las inscribió en dos Tablas de piedra y me las dio.
20 Ocurrió que cuando oísteis la voz de en medio de la oscuridad y visteis la montaña que ardía en fuego, todas las cabezas de vuestras tribus y vuestros ancianos se aproximaron a mí.
21 Dijeron: «He aquí que El Eterno, nuestro Dios, nos ha mostrado Su gloria y Su grandeza, y oímos Su voz de en medio del fuego; este día vimos que Dios le habla a una persona y puede vivir.
22 Pero ahora ¿por qué habríamos de morir cuando este gran fuego nos consuma? Si continuamos oyendo más tiempo la voz de El Eterno, nuestro Dios, ¡moriremos!
23 Pues ¿hay algún ser humano que haya oído la voz del Dios Viviente hablando de en medio del fuego, como nosotros, y haya vivido?
24 Tú debes acercarte y oír todo lo que El Eterno, nuestro Dios, dirá y tú debes decirnos todo lo que El Eterno, nuestro Dios, te dirá a ti, entonces oiremos y haremos».
25 El Eterno oyó la voz de vuestras palabras, cuando hablasteis conmigo y El Eterno me dijo: «Oí la voz de las palabras de este pueblo, que te ha hablado; hizo bien en todo lo que habló.
26 ¿Quién puede asegurar que este estado del corazón ha de permanecer para temerme y observar todos Mis preceptos todos los días, para que sea bueno para ellos y para sus hijos por siempre?
27 Ve y diles “Regresad a vuestras tiendas”.
28 Pero en cuanto a ti, quédate aquí conmigo y te diré todo el precepto y los decretos y las ordenanzas que les enseñarás y ellos realizarán en la Tierra que he de darles, para poseerla.»
29 Tendréis cuidado de actuar tal como os ordenó El Eterno, vuestro Dios, no os desviaréis ni a la derecha ni a la izquierda.
30 En todo el camino que El Eterno, vuestro Dios, os ha ordenado, iréis, para que viváis y sea bueno para vosotros, y prolonguéis vuestros días en la Tierra que habréis de poseer.
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1 Éste es el precepto y los decretos y las ordenanzas que ordenó El Eterno, vuestro Dios, que se os enseñe, para realizarlos en la Tierra a la que cruzáis para poseerla,
2 para que temáis a El Eterno, vuestro Dios, para que observéis todos Sus decretos y preceptos que os ordeno, tú, vuestro hijo y vuestro nieto, todos los días de vuestra vida, para que se prolonguen vuestros días.
3 Escucharás, Israel, y tendrás cuidado de realizarlos, tal como El Eterno, el Dios de tus antepasados, habló para ti, para que sea bueno para ti, y para que te multipliques mucho, en una tierra en la que fluye la leche y la miel.
4 Oye, Israel: El Eterno es nuestro Dios, El Eterno es Uno.
5 Amarás a El Eterno, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todos tus recursos.
6 Y estas palabras que Yo te ordeno hoy estarán sobre tu corazón.
7 Las enseñarás con profundidad a tus hijos y hablarás de ellas cuando estés sentado en tu casa, mientras andes en el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes.
8 Átalas como una señal sobre tu brazo y como insignia entre tus ojos.
9 Y escríbelas en las jambas de tu casa y en tus portales.
10 Ocurrirá que cuando El Eterno, tu Dios, te traiga a la Tierra que juró a tus antepasados, a Abraham, a Itzjak (Isaac) y a Iaacov (Jacob), que te daría: ciudades grandes y buenas que no construiste,
11 casas repletas de todo lo bueno que no llenaste, cisternas cinceladas que no cincelaste, huertos y olivos que no plantaste, y comerás y te saciarás,
12 ten cuidado de no olvidar a El Eterno, Quien te sacó de la tierra de Egipto, de la casa de la esclavitud.
13 A El Eterno, tu Dios, temerás, a Él servirás, y en Su Nombre jurarás.
14 No iréis tras otros dioses, de los dioses de los pueblos que os rodean.
15 Pues un Dios celoso es El Eterno, vuestro Dios, entre vosotros, para que la ira de El Eterno, vuestro Dios, no se encienda contra vosotros y Él os destruya de la faz de la tierra.
16 No probaréis a El Eterno, vuestro Dios, como Lo probasteis en Masá.
17 Ciertamente observaréis los preceptos de El Eterno, vuestro Dios, y Sus testimonios y Sus decretos que Él os ordenó.
18 Haréis lo que es recto y bueno a los ojos de El Eterno, para que sea bueno para vosotros, y vendréis y poseeréis la buena Tierra que El Eterno juró a vuestros antepasados,
19 expulsando a todos vuestros enemigos de ante vosotros, tal como habló El Eterno.
20 Si tu hijo te interroga mañana, diciendo: «¿Qué son los testimonios y los decretos y las ordenanzas que os ordenó El Eterno, tu Dios?».
21 Le dirás a tu hijo: «Esclavos fuimos del Faraón en Egipto, y El Eterno nos sacó de Egipto con mano fuerte.
22 El Eterno colocó señales y maravillas, grandes y malas, en contra de Egipto, en contra del Faraón, y en contra de toda su casa, ante nuestros ojos.
23 Y a nosotros nos sacó de allí para traernos, para darnos la Tierra que Él juró a nuestros antepasados.
24 El Eterno nos ordenó que realizáramos todos estos decretos para temer a El Eterno, nuestro Dios, para nuestro bien, todos los días, para darnos vida, como este día.
25 Y será un mérito para nosotros si tenemos cuidado de realizar todo este precepto ante El Eterno, nuestro Dios, tal como Él nos ordenó.
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1 Cuando te traiga El Eterno, tu Dios a la Tierra a la que vienes allí para poseerla, muchas naciones serán expelidas de ante ti: el jeteo, el girgasheo, el amorreo, el cananeo, el perizeo, el jiveo, y el iebuseo, siete naciones más grandes y más poderosas que ti,
2 y cuando El Eterno tu Dios las entregare ante ti, y las derribares, las destruirás por completo; no entablarás un pacto con ellas ni les tendrás consideración.
3 No te casarás con ellas; no le darás tu hija a su hijo y no tomarás su hija para tu hijo,
4 pues él hará que tu hijo se aleje de Mí y adoren los otros dioses; entonces la ira de El Eterno ardería contra ti y Él te destruiría rápidamente.
5 En cambio, esto es lo que les harás: sus altares quebrarás, sus columnas destruirás, sus árboles sagrados cortarás y sus imágenes talladas quemarás con fuego.
6 Pues un pueblo sagrado eres para El Eterno, tu Dios; El Eterno, tu Dios, te ha elegido para que seas para Él un pueblo atesorado entre todos los pueblos que hay sobre la faz de la tierra.
7 No por ser los más numerosos entre todos los pueblos es que El Eterno os deseó y os eligió, pues sois los menos numerosos entre todos los pueblos.
8 Sino que a causa de Su amor hacia vosotros, y por cuidar el juramento que juro a vuestros padres, El Eterno os sacó con mano fuerte y os redimió de la casa de la esclavitud, de la mano del Faraón, rey de Egipto.
9 Debes saber que El Eterno, tu Dios, Él es el Dios, el Dios fiel, Quien guarda el pacto y la benevolencia para los que Lo aman y para los que observan Sus preceptos, por mil generaciones.
10 Y Él paga a Sus enemigos en su vida para hacer que perezcan; Él no se demora con Su enemigo: Le paga en su vida.
11 Observarás el precepto y los decretos y las ordenanzas que yo te ordeno hoy, para que las realices.
Libro de la Verdad, La Muerte de Isabel – 135:4.1-6:
135:4.1
El 17 de agosto del año 22 d. de J. C., cuando Juan tenía veinte y ocho años de edad, su madre falleció repentinamente. Los amigos de Elizabeth, conociendo las restricciones nazareas respecto al contacto con los muertos, incluso los de la propia familia, hicieron todos los arreglos para el entierro de Elizabeth antes de mandar a llamar a Juan. Al recibir Juan la noticia de la muerte de su madre, instruyó a Ezda que condujera sus rebaños a En-Gedi y partió hacia Hebrón.
A su regreso a En-Gedi, después del funeral de su madre, donó sus rebaños a la hermandad y durante una temporada se apartó del mundo exterior para ayunar y orar. Juan tan sólo conocía los métodos antiguos de acercarse a la divinidad; tan sólo conocía las historias de Elías, Samuel y Daniel. Elías era su ideal de profeta. Fue el primero de los maestros de Israel que llegó a ser considerado un profeta; Juan creía verdaderamente que habría de ser el último en este largo e ilustre linaje de mensajeros del cielo.
Por dos años y medio vivió Juan en En-Gedi, convenciendo a la mayoría de los miembros de la hermandad de que «se acercaba el fin de la era», que «el reino del cielo estaba por aparecer». Sus primeras enseñanzas de esa época estaban basadas en la idea y concepto judíos, corrientes por ese entonces, de un Mesías que habría de ser el liberador prometido de la nación judía; el que la habría de liberar de la dominación de sus potentados gentiles.
Durante todo este período Juan leyó mucho los escritos sagrados que encontró en la morada de los nazareos en En-Gedi. Le impresionaron especialmente los escritos de Isaías y Malaquías, los últimos profetas hasta ese momento. Leía y releía los últimos cinco capítulos de Isaías, y creía en estas profecías. Luego leía en Malaquías: «He aquí, yo os envío el profeta Elías antes que venga el gran y terrible día del Señor; y él hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga e hiera la tierra con maldición». Y solamente fue esta promesa de Malaquías de que Elías habría de regresar lo que hizo que Juan se abstuviera de salir a predicar sobre el advenimiento del reino y de exhortar a sus compatriotas a que escaparan de la ira venidera. Juan estaba listo para la proclamación del mensaje del advenimiento del reino, pero la anticipación del regreso de Elías lo frenó por más de dos años. Sabía que él no era Elías. ¿Qué quería decir Malaquías? ¿Era la profecía literal o figurada? ¿Cómo podía conocer la verdad? Finalmente se atrevió a pensar que, puesto que el primero de los profetas se llamaba Elías, así también el último sería conocido finalmente por el mismo nombre. A pesar de todo, mucho dudaba Juan, tanto dudaba que nunca se llamó a sí mismo Elías.
Fue la influencia de Elías lo que hizo que Juan adoptara sus métodos de ataque di-recto contra los pecados y vicios de sus contemporáneos. Vestía como Elías, intentaba hablar como Elías; en su aspecto exterior, era en todo semejante al antiguo profeta. Precisamente era tal su aspecto de robusto y pintoresco hijo de la naturaleza, tal predicador intrépido y temerario de la rectitud. Juan no era iletrado, bien conocía las sagradas escrituras judías, pero distaba de ser un hombre culto. Era un pensador claro, un orador poderoso y un denunciador fogoso. No era un ejemplo para su época, sino más bien una censura elocuente.
Finalmente elaboró su método para proclamar la nueva era, el reino de Dios; aceptó que habría de convertirse en el heraldo del Mesías; apartó todas las dudas y partió de En-Gedi un día de marzo del año 25 d. de J. C. para comenzar su corta pero brillante carrera como predicador público.