Giliana Kudsha
La Mejor Forma de Adoración
La mejor forma de adoración en este período de tiempo es la verdad, la pureza, la limpieza y la caridad. Dad a los necesitados sin pedir nada a cambio. Dar comida a los que tienen hambre es la mejor forma de caridad.
Enseñanzas de la Luz Capítulo 48:
La Luz, la Verdad, y el Mensaje de la Luz
1 Siguiendo la Única Luz, todas las cosas se aclaran.
2 La mentalidad de muchedumbre no es una cualidad de un maestro del Mensaje de la Luz; esta mentalidad tiene su origen en la oscuridad.
3 El uso de lenguaje vulgar y altamente ofensivo nunca es necesario cuando se comparte la Verdad del Mensaje de la Luz con los demás.
4 Sed siempre amables en vuestro acercamiento a los demás, utilizando siempre las Palabras de la Verdad en todo lo que decís.
5 No hay tal cosa como un servicio alternativo; cualquier manera de compartir el Mensaje de la Luz es servicio completo a la humanidad.
6 El mundo será envuelto – pronto – por la oscuridad, y el único brillo de la Luz Sagrada que quede será entre los que todavía estén compartiendo el Buen Mensaje con otros – eso, hijos e hijas míos, es la única esperanza para la humanidad – porque es ese mismo Mensaje el que dirige a la humanidad hacia el Reino de la Luz.
Lectura del Libro de la Verdad: El Comienzo de la Obra Pública – 141:0-1:
El Comienzo de la Obra Pública
141:0.1
JESÚS y los doce apóstoles se prepararon para partir de su centro de operaciones en Betsaida el 19 de enero del año 27 d. de J.C., que era el primer día de esa semana. Los doce nada sabían de los planes de su Maestro excepto que irían a Jerusalén para presenciar las festividades de la Pascua en abril, y que la intención era viajar por el camino del valle del Jordán. No salieron de la casa de Zebedeo hasta cerca del mediodía, porque las familias de los apóstoles y otros de los discípulos habían venido para despedirlos y darles la enhorabuena en la nueva obra que estaban por comenzar.
Poco antes de partir, los apóstoles no podían encontrar al Maestro, y Andrés fue a buscarlo. Después de una breve búsqueda, encontró a Jesús sentado en una barca junto a la playa, y estaba llorando. Los doce habían visto a su Maestro apenado muchas veces, y habían contemplado sus breves temporadas de seria preocupación mental, pero ninguno de ellos lo había visto nunca llorar. Andrés estaba un tanto sorprendido al ver al Maestro así afectado en vísperas de su partida hacia Jerusalén y se atrevió a acercarse a Jesús y preguntarle: «Maestro, en este día auspicioso en que estamos a punto de partir hacia Jerusalén para proclamar el reino del Padre, ¿por qué lloras? ¿Quién entre nosotros te ha ofendido?» Y Jesús, volviendo en compañía de Andrés para reunirse con los doce, le respondió: «Nadie entre vosotros me ha causado pena. Estoy triste tan sólo porque nadie de la familia de mi padre José, ha pensado en venir a despedirse.» En esta época, Ruth estaba de visita en la casa de su hermano José en Nazaret. Los demás miembros de su familia se mantenían alejados por orgullo, desilusión, falta de comprensión y pequeños resentimientos, emociones que surgían de sus sentimientos heridos.
1. La Salida de Galilea
Capernaum no estaba lejos de Tiberias, y la fama de Jesús se había difundido por toda Galilea y aun más allá. Jesús sabía que Herodes pronto comenzaría a notar el desarrollo de su obra; por eso pensó que sería mejor viajar al sur y entrar a Judea con sus apóstoles. Un grupo de más de cien creyentes expresaron el deseo de acompañarlos, pero Jesús les habló convenciéndolos de que no acompañaran al grupo apostólico en su viaje por el valle del Jordán. Aunque consintieron en quedarse atrás, muchos de ellos siguieron al Maestro pocos días después.
El primer día, Jesús y los apóstoles sólo viajaron hasta Tariquea, donde pasaron la noche. Al día siguiente llegaron hasta un punto en el Jordán, cerca de Pella, donde Juan había predicado tan sólo un año antes, y donde Jesús había recibido el bautismo. Aquí permanecieron más de dos semanas, enseñando y predicando. Hacia fines de la primera semana, se habían reunido varios cientos de personas en un campamento cerca de la morada de Jesús y los doce, y habían venido de Galilea, Fenicia, Siria, la Decápolis, Perea y Judea.
Jesús no hizo ninguna predicación pública. Andrés dividió la multitud en grupos y asignó predicadores para las asambleas de la mañana y de la tarde; después de la cena, Jesús habló con los doce. No les enseñó nada nuevo sino que repasó sus enseñanzas anteriores y respondió a sus muchas preguntas. En una de estas noches, algo dijo a los doce sobre los cuarenta días que había transcurrido en las montañas, cerca de ese lugar.
Muchos de los que venían de Perea y Judea habían sido bautizados por Juan y estaban interesados en averiguar más sobre las enseñanzas de Jesús. Los apóstoles mucho progresaron en enseñar a los discípulos de Juan, puesto que en nada desmerecían la predicación de Juan, y además, en esa época, ni siquiera bautizaban a los nuevos discípulos. Pero siempre fue un tropiezo para los seguidores de Juan el hecho de que Jesús, si era realmente todo lo que Juan había anunciado que sería, nada había hecho por sacarlo de la cárcel. Los discípulos de Juan nunca pudieron comprender por qué Jesús no previno la muerte cruel de su amado líder.
Noche tras noche Andrés instruía cuidadosamente a sus compañeros apóstoles en la tarea delicada y difícil de llevarse bien con los seguidores de Juan el Bautista. Durante este primer año del ministerio público de Jesús, más de tres cuartos de sus seguidores habían seguido previamente a Juan y habían recibido su bautismo. Este entero año 27 d. de J.C. transcurrió en la tarea sosegada de hacerse cargo del trabajo de Juan en Perea y Judea.